Visión del Despertar Integral para el Florecer Colectivo
Érase una vez, un mundo que había perdido su norte. La gente andaba en un ritmo frenético y desbocado, en donde muchos estábamos consumidos por preocupaciones sinsentido, con apatía por nuestro mundo interno, por el sufrimiento ajeno y el de la naturaleza.
Cada día, nos dejábamos llevar por afanes, ambiciones prestadas o impuestas, automatismos y distracciones, lo que nos llevaba a una vida desbalanceada de completo cansancio. En medio de todo, nos convencíamos de que “todo está bien”, apegándonos a la acumulación de logros y objetos que encubrían el vacío que había en lo profundo. Todo esto nos producía síntomas de enfermedad individual y colectiva.
El efecto sumado de estas actitudes generó tres grandes crisis: ambiental, social y espiritual, cuyos efectos trajeron pobreza y violencia interna y externa. Los retos eran tan grandes que nos sentíamos desmoralizados y era abrumador tomar acción.
Un gran día, decidimos escuchar: no pudimos ignorar más las señales. Desafíos ocurrieron en nuestras vidas, a nivel individual y colectivo, ofreciendo una oportunidad para mirarnos al espejo como personas y como especie humana. Una masa crítica de ciudadanos nos empezamos a despertar del adormecimiento y trance de perseguir sueños ajenos…
y empezamos a mirar adentro.
Al enfrentar dolores individuales, familiares y sociales, pudimos activar la compasión por nosotros mismos y por los demás. Perdonamos, nos reconciliamos y se abrió nuestro corazón. Esperanzados, un gran número de individuos, al hacer una Re-Visión de Vida, cada uno a su manera, impulsamos una tendencia de vivir vidas con propósito, estando al servicio de una causa mayor. Persona a persona, fuimos diciendo: “soy un agente de cambio”, una declaración simple y poderosa, asumiendo nuestra parte para resolver las crisis de nuestro tiempo.
A raíz de esto, ocurrió un despertar colectivo. Se contagió una actitud de «bendita inquietud», como la llama Paul Hawken, que consiste en estar a la vez alerta y empoderados. Aunque conozcamos la magnitud de la crisis, sabíamos que en este momento histórico, más que nunca, teníamos todas las herramientas necesarias para resolverla.
Pudimos mantener este estado, sin quemarnos, al practicar la meditación, el autocuidado, la alimentación sana, el movimiento consciente y teniendo contacto regular con la naturaleza. Empezamos a vivir integralmente, con conciencia plena, siempre abiertos al aprendizaje y al crecimiento, soltando patrones obsoletos de pensamiento y comportamiento, saliendo de nuestra zona de comodidad y siendo auténticos y coherentes con nuestros valores. Aprendimos nuevas formas de comunicarnos, más vulnerables y de corazón abierto, con escucha profunda, que conllevan a vínculos fuertes y nutritivos.
A raíz de esto, vimos posible sanar los daños causados promoviendo una restauración de comunidades y de la naturaleza. Se adoptaron nuevas prácticas a todo nivel, basadas en el cuidado. Relaciones de confianza, generosidad y co-creación florecieron por todas partes. Esto llevó a la consolidación de incontables comunidades de propósito común y redes de apoyo donde se da la verdadera cohesión. La educación se volvió una prioridad, una educación basada en valores y en crear convivencia, con un énfasis en identificar los talentos de cada persona y cultivarlos, y desarrollar las herramientas de conciencia plena necesarias para trascender el miedo y vivir desde el amor.
Las oportunidades de educación y desarrollo personal se multiplicaron, para elevar la conciencia de todas las edades, ofreciendo las herramientas necesarias para vivir esta transición y abordar los retos globales. Se hicieron nuevos rituales para reconectarnos internamente, con otros y con la naturaleza. Esto nos fue llevando a recuperar el sentido de lo sagrado y dar un salto hacia una mirada espiritual de la vida, que permite una verdadera reverencia y unión con todos y todo.
Hasta que finalmente,
Toda una generación se define y actúa como agentes de cambio conformando una cultura viva de altruismo y empoderamiento al servicio de un mundo regenerativo, justo y pleno. Cada agente de cambio está conectado con su propósito, desde una Re-Visión de Vida continua y desde ahí, responde con sabiduría a su llamado interno y a las necesidades de nuestro tiempo. Los agentes de cambio tenemos todo el apoyo que necesitamos. Rodeados de un sistema de apoyo robusto, compuesto por una dinámica y generosa coordinación entre organizaciones y movimientos respondiendo a nuestras necesidades en todas las etapas de nuestra evolución: desde la inspiración por aportar, el tener vivencias transformadoras, la incubación e iniciativas, su crecimiento y difusión hasta el cambio sistémico.
Estos agentes de cambio realizan una Re-Visión de Mundo constante. Son guardianes de sus territorios y de la identidad colectiva, estando en conexión con fuentes de sabiduría. Re-visionan las estructuras sociales, económicas y ambientales obsoletas u opresivas, hacia modelos regenerativos, humanos y adaptados a las circunstancias locales. En este proceso, todos fueron guiados por un propósito iluminado y por un llamado del alma, impulsados por una pasión genuina y una alegría de servir a otros, llenando los espíritus y contagiando de plenitud a todos a nuestro alrededor. Los agentes de cambio evolucionan con propósito, conformando una comunidad de desarrollo llenos de alma y generadores de impacto.
A partir de todo esto, una gran transición se consolidó, se dio un despertar integral para un florecer colectivo, una nueva era para la humanidad amaneció, con un compromiso central por el cuidado de nuestro ser, nuestras comunidades y nuestro planeta.
Cada día, nos dejábamos llevar por afanes, ambiciones prestadas o impuestas, automatismos y distracciones, lo que nos llevaba a una vida desbalanceada de completo cansancio. En medio de todo, nos convencíamos de que “todo está bien”, apegándonos a la acumulación de logros y objetos que encubrían el vacío que había en lo profundo. Todo esto nos producía síntomas de enfermedad individual y colectiva.
El efecto sumado de estas actitudes generó tres grandes crisis: ambiental, social y espiritual, cuyos efectos trajeron pobreza y violencia interna y externa. Los retos eran tan grandes que nos sentíamos desmoralizados y era abrumador tomar acción.
Un gran día, decidimos escuchar: no pudimos ignorar más las señales. Desafíos ocurrieron en nuestras vidas, a nivel individual y colectivo, ofreciendo una oportunidad para mirarnos al espejo como personas y como especie humana. Una masa crítica de ciudadanos nos empezamos a despertar del adormecimiento y trance de perseguir sueños ajenos…
y empezamos a mirar adentro.
Al enfrentar dolores individuales, familiares y sociales, pudimos activar la compasión por nosotros mismos y por los demás. Perdonamos, nos reconciliamos y se abrió nuestro corazón. Esperanzados, un gran número de individuos, al hacer una Re-Visión de Vida, cada uno a su manera, impulsamos una tendencia de vivir vidas con propósito, estando al servicio de una causa mayor. Persona a persona, fuimos diciendo: “soy un agente de cambio”, una declaración simple y poderosa, asumiendo nuestra parte para resolver las crisis de nuestro tiempo.
A raíz de esto, ocurrió un despertar colectivo. Se contagió una actitud de «bendita inquietud», como la llama Paul Hawken, que consiste en estar a la vez alerta y empoderados. Aunque conozcamos la magnitud de la crisis, sabíamos que en este momento histórico, más que nunca, teníamos todas las herramientas necesarias para resolverla.
Pudimos mantener este estado, sin quemarnos, al practicar la meditación, el autocuidado, la alimentación sana, el movimiento consciente y teniendo contacto regular con la naturaleza. Empezamos a vivir integralmente, con conciencia plena, siempre abiertos al aprendizaje y al crecimiento, soltando patrones obsoletos de pensamiento y comportamiento, saliendo de nuestra zona de comodidad y siendo auténticos y coherentes con nuestros valores. Aprendimos nuevas formas de comunicarnos, más vulnerables y de corazón abierto, con escucha profunda, que conllevan a vínculos fuertes y nutritivos.
A raíz de esto, vimos posible sanar los daños causados promoviendo una restauración de comunidades y de la naturaleza. Se adoptaron nuevas prácticas a todo nivel, basadas en el cuidado. Relaciones de confianza, generosidad y co-creación florecieron por todas partes. Esto llevó a la consolidación de incontables comunidades de propósito común y redes de apoyo donde se da la verdadera cohesión. La educación se volvió una prioridad, una educación basada en valores y en crear convivencia, con un énfasis en identificar los talentos de cada persona y cultivarlos, y desarrollar las herramientas de conciencia plena necesarias para trascender el miedo y vivir desde el amor.
Las oportunidades de educación y desarrollo personal se multiplicaron, para elevar la conciencia de todas las edades, ofreciendo las herramientas necesarias para vivir esta transición y abordar los retos globales. Se hicieron nuevos rituales para reconectarnos internamente, con otros y con la naturaleza. Esto nos fue llevando a recuperar el sentido de lo sagrado y dar un salto hacia una mirada espiritual de la vida, que permite una verdadera reverencia y unión con todos y todo.
Hasta que finalmente,
Toda una generación se define y actúa como agentes de cambio conformando una cultura viva de altruismo y empoderamiento al servicio de un mundo regenerativo, justo y pleno. Cada agente de cambio está conectado con su propósito, desde una Re-Visión de Vida continua y desde ahí, responde con sabiduría a su llamado interno y a las necesidades de nuestro tiempo. Los agentes de cambio tenemos todo el apoyo que necesitamos. Rodeados de un sistema de apoyo robusto, compuesto por una dinámica y generosa coordinación entre organizaciones y movimientos respondiendo a nuestras necesidades en todas las etapas de nuestra evolución: desde la inspiración por aportar, el tener vivencias transformadoras, la incubación e iniciativas, su crecimiento y difusión hasta el cambio sistémico.
Estos agentes de cambio realizan una Re-Visión de Mundo constante. Son guardianes de sus territorios y de la identidad colectiva, estando en conexión con fuentes de sabiduría. Re-visionan las estructuras sociales, económicas y ambientales obsoletas u opresivas, hacia modelos regenerativos, humanos y adaptados a las circunstancias locales. En este proceso, todos fueron guiados por un propósito iluminado y por un llamado del alma, impulsados por una pasión genuina y una alegría de servir a otros, llenando los espíritus y contagiando de plenitud a todos a nuestro alrededor. Los agentes de cambio evolucionan con propósito, conformando una comunidad de desarrollo llenos de alma y generadores de impacto.
A partir de todo esto, una gran transición se consolidó, se dio un despertar integral para un florecer colectivo, una nueva era para la humanidad amaneció, con un compromiso central por el cuidado de nuestro ser, nuestras comunidades y nuestro planeta.
Preguntas para tu reflexión
- ¿Qué papel jugaste para que se diera esta transición?
- ¿Qué talentos y virtudes tuyas fueron esenciales para lograr esta transición?
- ¿Qué relaciones y comunidades fueron esenciales para que cumplieras tu papel?
- ¿De qué contribuciones te sientes particularmente orgulloso(a) para que se diera esta transición?