La vida hecha a mano

Tocar fondo nos deja siempre grandes lecciones. Cuando estaba en el grueso de mi crisis, sintiéndome fracasada, sola y físicamente desgastada, me di cuenta que me hundía más cuando me comparaba con otrxs. El ver sus éxitos, sus posesiones, sus viajes, su ropa, me hacía sentir pequeña. Percibía que por mucho que trabajara, no iba a llegar ahí. Me senti quedada y limitada. Hastiada de este sentimiento, me dije a mi misma, ¿desde cuándo me comparo y me mido con estas cosas? ¿Por qué me apareció tanto ahora, si antes no eran importantes?

Ahí me acordé del mensaje de una mentora, Andrea Avazian, una Pastora Cristiana de la universidad de solo mujeres donde estudié mi pregrado, Mount Holyoke College (MHC), en los EEUU. Antes de compartir el mensaje, quiero decir que este tiempo en MHC fue de los más felices de mi vida, pues por primera vez vi el mundo con lentes femeninos. A todo nivel reinaba la perspectiva de la mujer, en todas las disciplinas y entorno, incluyendo la religión. Fue ahí que me acerqué al Cristianismo, pues sus representantes traían otra mirada muy distinta a la convencional patriarcal. Estoy consciente de que vivir esto fue un gran privilegio que la mayoría de la gente no tiene, por eso quiero compartir los frutos de esta época. 

Mi mentora en su sermón nos entregó las siguientes palabras que trascendieron el tiempo y la memoria. “Ustedes ahora en sus 20's están llenos de idealismo. Quieren cambiar el mundo, ponen sus llamados del alma en el centro. Sin embargo, es muy probable que con el tiempo, se dejen llevar a cabo de unas fuerzas, que llamo “la contra-corriente”, que privilegian el consumo, la acumulación, el estatus, y la fama, que haran ustedes que se pierdan . Tendrán que darse cuenta de esto y volver a casa.” En su momento no le creí. La fuerza de mis ideales y la claridad de mis visiones era demasiado fuerte como para que yo me dejara arrastrar por una fuerza tan absurda. Igual me llamó la atención el mensaje y se quedó conmigo. 

Unos 15 años después, en medio de la pesadez y la desorientación, me di cuenta: “wow… tenía razón.” Sonó la campana dentro de mí, descubriendo una epifanía…un despertar y reconocer. “La contracorriente… me arrastró… increíble” me decía a mi misma. Otro día hablaremos de qué es esa fuerza, que algunxs llaman Wetiko. Es un tema fascinante para mi ahora. Pero en lo que quiero enfocar en este momento es cómo retomé el hilo de mi vida. Muchxs saben que una de mis biblias es el libro “Mujeres que corren con los Lobos”. Otra mujer muy especial que pasó por mi vida me dijo “Este libro lo debes leer cada 7 años”. La primera vez que lo leí, a mis 19 años, me cautivó, ya la vez supe que tuvo que madurar más para entender plenamente los conceptos de este libro, y el arquetipo de la mujer salvaje. Me tomé en serio esta tarea. En la tercera lectura, 14 años después, leí muy de cerca un cuento llamado “las zapatillas rojas”. 

"Las zapatillas rojas" es un cuento de hadas sobre una joven que es seducida por unas zapatillas rojas encantadas que la llevan a un baile mágico, pero que finalmente la llevan a la locura y la muerte. La historia simboliza la tentación de perseguir el éxito y la fama a cualquier costo, y muestra las consecuencias destructivas de la envidia, la competencia y la desconexión con uno mismo. El antídoto a esto está en el mismo cuento al principio, donde la niña tenía unos zapatos hechos a mano por ella misma, y ​​​​no tenía necesidad de nada más, vivía feliz. 

En ese cuento ella habla de “la vida hecha a mano”, lo cual me marcó. En su obra, Clarissa Pinkola Estés promueve la idea de que la vida hecha a mano es una forma de vivir auténticamente, conectándonos con nuestros valores, intereses y necesidades más profundas. A través de esta práctica, podemos encontrar un sentido de propósito y significado, así como cultivar una mayor autoestima y autoconocimiento.

Este cuento de “las zapatillas rojas” más el cuento “la huesera” me llevaron a empezar mi camino de retorno a casa. En otra oportunidad hablaré más de “la huesera”. Por lo pronto, “las zapatillas rojas” ilustra perfectamente el concepto que te quiero dejar, y es: ¿cómo sería si vivieras una vida hecha a mano, hecha por ti? Esto automáticamente elimina la comparación, la competencia y el afán, pues todo lo que es hecho a mano es único, irrepetible, artesanal e incomparable. Así sea más imperfecto o tecnológico, tiene un mayor significado por el simple hecho de ser hecho a mano. POR TI. 

Recordemos que estamos aquí como seres únicos e irrepetibles en este planeta por un breve instante. El paradigma industrial a veces nos arrastra a creer que debemos ser una barbie o un ken, tener la casa, carro, perro, ropa, amigos y aviones de los que salen en la “televisión” (aunque ahora es Netflix, Instagram o lo demás). Sabiendo eso, lo que tu percibes, sientes y creas, es más valioso que consumir, repetir o replicar algo de otrxs.

Te invito a que cada vez que te sientas disminuidx por compararte con alguien, haz una pausa. Mira tus manos. Siente tus manos. ¿Qué podrías crear con estas manos, distinto y particular que te deleite a ti y otrxs cercanos? Escucha la primera respuesta y haz eso como terapia. Por que si. Sin pensarlo. Explora tus emociones en todo el proceso, antes, durante y después de hacer algo con tus manos. Y cuando lo tengas al frente expresa esto: “celebro lo que puedo hacer con mis manos, es único e irrepetible, tiene mi energía y mi esencia y lo valoro. Vale más que cualquier cosa que pueda comprar.” 

Me cuentas como te va.
Con suculencia, Anamaria  
Instagram @anamariaristizaba.coach 

Esta pequeña historia la historia en mi charla TEDx que puedes ver aquí

Anamaría Aristizábal

Master Coach Integral | Autora | Agente de Cambio
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